(Warhammer 40.000. Ultramarines 01) El portador de la noche by Graham McNeill

(Warhammer 40.000. Ultramarines 01) El portador de la noche by Graham McNeill

autor:Graham McNeill [Mcneill, Graham]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: sf
ISBN: 9788448043759
editor: Timun Más
publicado: 2012-01-01T17:53:46+00:00


Doce

Era increíble, pensó el capataz de minas Jakob Lasko. No importaba cuánta energía le metiera a aquella puñetera cortadora, nunca, nunca pasaba de media potencia. Estaban quemando generadores a un ritmo de cinco o seis al día, y aunque los costes de aquello eran tremendos, sabía que no le quedaba otra opción que ir reemplazándolos a medida que fallaban. Tenían que romper aquella última barrera muy pronto.

La estancia retumbaba con el chirrido y el zumbido de la cortadora, y se sintió agradecido por los protectores auditivos que llevaba puestos. No sólo hacían el chirrido de la máquina soportable, sino que, además, apagaba por completo los demás sonidos que había creído estar oyendo desde hacía poco. En sus momentos más imaginativos, que no eran muchos, casi podía jurar que distinguía voces balbuceantes entre el ruido, sutiles y solapándose todas a la vez.

¡Mierda, llevaba en ese extraño sitio demasiado tiempo!

Echó una ojeada profesional a su alrededor, a la cámara donde se encontraba. Era absolutamente cuadrada, con unas proporciones perfectas hasta una escala de micrones, o eso le habían dicho los cartógrafos. Las paredes estaban cubiertas por una escritura angular y muy cerrada, grabadas en las superficies pulidas en grupos triangulares. Lo que decían o significaban era un misterio para él.

Las únicas interrupciones que había en la escritura eran cuatro nichos sin decoración alguna, dos en la pared oriental y otros dos en la occidental. Cada uno de ellos contenía una figura gigantesca de alabastro de proporciones perfectas que empuñaba un extraño báculo de color cobrizo con los bordes cubiertos de una pátina de óxido verde. Lo que eran o lo que se suponía que representaban era otro misterio que dejaba para los demás.

Lo único que le preocupaba a Jakob Lasko era atravesar la puerta que había al otro lado de la cámara.

Hasta aquel momento, la losa negra pulida había resistido los taladros de punta de diamante y las cargas de demolición. Sólo la cortadora láser tenía algún efecto sobre ella, y estaban avanzando a un ritmo lentísimo.

Dos tecnosacerdotes rezaban y balanceaban unos incensarios por encima de la cortadora, y junto a ellos había seis mineros equipados con palas y picos que tenían todo el aspecto de preferir estar en cualquier otro sitio menos allí. Las cosas se habían puesto tan mal desde hacía poco que ninguno de los hombres quería bajar a solas a ningún lugar. No podía culparles. La oscuridad y los relatos macabros que se habían ido extendiendo a lo largo de los años anteriores sobre aquella excavación harían que cualquiera se lo pensara dos veces, sin embargo eso no era excusa para la rotación de trabajadores que había visto allí. La paga era mucho mejor que la de cualquier otro trabajo, así que suponía que si un hombre firmaba un contrato, tenía que realizar su puñetero trabajo en condiciones.

Sí, vale, se habían producido unas cuantas desapariciones a lo largo de los años, y la más reciente la de aquel idiota, Dal Kolurst. Lo más probable era que el muy imbécil se hubiera caído por uno de los pozos hasta el fondo.



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